
Narrativas difíciles
vago trotador
Por Fabio Esteban Paz*
En este ejercicio performático y de registro audiovisual tratamos con distintos habitantes de calle en Barrio Triste. No es que fueran de allá, simplemente allá los encontramos. Su lugar puede ser cualquiera, aunque ninguno en especial. Andaban por ahí. Con ellos y su actuación natural remarcamos este hecho: nos estamos distanciando, los unos con los otros; ignoramos, pisoteamos y no nos cuidamos.
La primera vez que estuve en Medellín tracé con un amigo un recorrido hasta el centro. Desde la Universidad de Antioquia se divisaba Coltejer y decidimos que para allá íbamos. Tomamos toda la avenida del Ferrocarril hasta cruzar la glorieta de la Minorista. Por momentos se nos perdía Coltejer, pero volvíamos a verlo. Después, desde la Minorista subimos por una calle curva que se nos hizo eterna, llena de habitantes de calle y para uno que viene de un pueblo como lo es Popayán, donde acostumbra a verlos solos o en grupos pequeños, andar se hizo bastante incómodo.
La avenida de Greiff aterriza eso que es tan difícil en cada ciudad: los indigentes, o también llamados habitantes de calle, los sin techo, necesitados, pobres, locos, “desechables”. La avenida además conecta una zona del comercio campesino con el centro de la ciudad, donde lo primero que encontramos es el Museo de Antioquia, seguido por las gordas de Botero, el metro, el edificio Coltejer y demás cachés que han querido que fueran el norte de los paisas.
Seguidamente hemos visto cómo estos habitantes de calle duermen en cualquier sitio, sin importar si es al pie de la fachada del Museo de Antioquia. Para ellos no hay tal museo, no saben o no les importa lo que hay dentro, habitan la calle. Recuerdo una anécdota que narraba un profesor artista sobre un encuentro que tuvo con un niño de la calle, a quien le preguntó por el lugar donde vivía, a lo que el niño respondió señalando unas cajas pegadas a un andén: “Ahí duermo”. Una respuesta que le rondó bastante la cabeza y que hoy traigo a la memoria para de alguna manera encontrarme con quienes habitan la calle.
El lugar transitable, de paso, el del transeúnte o persona de a pie, ese que apenas habita el centro porque va siempre de afán, porque su mente está en la meta, pero se pierde en el recorrido. Sortean todos los obstáculos que se aparecen. Pasan por encima de sus pares si es necesario, pero no solo eso, sino que también evitan el contacto con ciertos sectores o personas. No conocen su ciudad, ni a su gente. No hay apego ni apoyo mutuo y este hábito o costumbre nos es muy natural, crecimos viendo diferentes ciudades.
Para educarme y caminar rectico mi madre usaba de ejemplo a los indigentes, repetidamente me decía: “Silencio o el loco se lo lleva”, “Se lo entrego al loco”, “Se come todo o mire cómo va a terminar”, y así muchas frases más. Hoy han cambiado mis padres, pero la forma en que crecí ha dejado secuelas. Quiero no juzgar, caminar tranquilo, saludar al que me encuentre, pero ya estoy programado para evitarlos.
*Fabio Esteban Paz. Popayán (Cauca), 1996. Hombre de mi cuerpo, porque tengo un cuerpo, siendo esa primera cosa del mundo que tuve pero especialmente la que “soy yo”. Esbozo preguntas sobre la experiencia de una vida encarnada (la mía). Sentires tan inmediatos dados en forma empírica por los estímulos del lugar que habito.
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