La capital antioqueña ha sido ruidosa desde su fundación, han sonado gritos, disparos, celebraciones, explosiones, música propia y del exterior. La música es un transporte que conecta a la ciudad sentimentalmente, une la periferia con el centro y el sur con el norte.
Por Daniel Acevedo
Los músicos en Medellín tocan en bares de mala muerte y teatros históricos de la ciudad, le cantan a la noche, a la vida, a la narcoestética, tocan y cantan en calles nombradas con personajes y lugares de nuestra historia y hacen un homenaje a la ciudad.
Algunos vienen de lejos huyendo de crisis sociales, como si acá no las tuviéramos; otros vienen con una experiencia de muchos años, pero con pocas garantías para vivir una vejez digna. Hay jóvenes que la música de sus padres los hace vibrar y otros que sin música se enloquecerían, sus vidas no tendrían sentido alguno.
A lo largo del desarrollo de este ensayo fotográfico tuve una experiencia agridulce; por un lado tenía unos artistas brillantes, absurdamente talentosos que me erizaban la piel y hacían que mis ojos se aguaran, pero al hacer una mirada más profunda descubrí el desplazamiento forzado en las historias de estos músicos, el abandono estatal y la falta de garantías de migrantes y nacionales que eligen las calles como su escenario para subsistir. Algunos tienen mejores condiciones de vida que otros, el vivir de la música es aquello que los hace levantar día tras día, ya sea por placer, por ganarse unas monedas y principalmente por existir.
Daniel Acevedo. Fotógrafo de Medellín, estudiante de Comunicación Social en la Universidad EAFIT y fundador de Sublime Media. Por más de seis años se ha interesado en las estéticas de la calle y las historias que estas cuentan. En 2018 ganó el premio Ser Mejor en la categoría Nuevas Ciudadanías otorgado por la Secretaría de Educación.
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