Límite

Texto: Luciano Peláez
Artistas: Carola x Balam

Artistas: Carola x Balam

Ábrase

Muestras de a poco la ciudad

al primo de Nueva York

atendiendo el pedido de tu madre

te pones ropa buena

aunque empiecen por lo feo

vas orgulloso

de no sabes bien qué

señalando aquí y allá

como si fuera tuyo

el edificio nuevo espejeando un pájaro

o el basurero municipal

orgulloso

escuchando el pregón de los venteros

el zumbido

mientras Jerry —así se llama el primo

que no sientes como tal—

pregunta fechas y cantidades

dónde

La casa del millón

una ruina

que se yergue como sucursal de banco

qué fue de La casa de Higuita, continúa primo Jerry,

y en eso unas pintas

piden colaboración

a primo Jerry

pero la diligencia sale barata

pues convierte dólares en pesos

en un pase de magia exprés

entonces inflas el pecho

como un palomo

al pronunciar

frases de cajón

al rato

tienes miedo de cruzar una esquina

gente con cobija al hombro

reparando en tu primo

su tamaño o tal vez el sudor

empozado en la nuca

casi al mediodía

y atravesando el cuerpo de primo Jerry

repara también en ti la gente esa

pero te niegas

a hablar de miedo

como cuando eras chico

y mentaban

el mal de ojo

y querías cagar ahí mismo, en el pantalón de la piyama

en cambio

ahora te agarras del orgullo

a pesar del ruido

que restalla por todas partes

o del sol que obliga

a entornar la mirada

y a una pausa de Pony Malta

sin hielo

porque Jerry no se fía

de cualquier hielo.

Ignoras por qué

los calvarios son como son

te ofuscas

con la preguntadera del primo

pues de alguna forma

le hace mella

a esa sensación

monolítica e inesperada

de altivez

que has bajado

con Pony Malta

antes de ver la ciudad

desde arriba

como gallinazos

que sondean

un cadáver exquisito.

‘Si parece puta’

dice el megáfono por el centro

‘sírvase permanecer en casa’

y tu primo ríe

se desternilla

como un idiota

trazas de orín dibujadas

en su pantalón

y tú quieres reír también

pero te desvías

cuando al pasar por un tasajeadero

lo que era un hueso enorme

un fémur de vaca o tal vez de toro

ahora es limo

y piensas en la hermana de Jerry

que solo conoces en fotos

y te preguntas si parece puta.

Cómo se llama un árbol

vuelve el primo

a indagar

árbol al que no encuentras gracia

distinta a socorrer

a los vagos

en un parque

y te deslumbra la pasma

cercana a la libertad

de uno de los vagos

cuya peinilla en mano

y el embolador a sus pies

te hacen reprochar

ese andar tuyo tan carreroso

Así es por allá

comenta el primo

luego sigue una mano estirada

una mano sin reloj

hacia lo lejos

¿Así cómo?, preguntas en automático

Así, y señala el primo

un bus una carreta un perro

un payaso

arengando

las bondades de un corrientazo

un semáforo titilante

al caer la tarde.

Ábrase, dice un fulano

a los gritos

a otro fulano que corre con un machete

y yo le digo a primo Jerry

Mira, un faquir

tragándose un zapato

sus palabras se traga

el pobre faquir

porque ha vuelto el sol

y el machete cae al suelo

y le saca chispas

a la nada

y el primo quiere saber

dónde los venden

allá en Nueva York

donde, por cierto,

tiene un contacto

para enviar con su hermana

—pero no la que parece puta sino la que parece bizca—

perfumes legítimos

mandar mercancía para fiarla a cuotas

dice el primo

será su forma

de volver aquí.

Primo Jerry no bebe

pero no lo menciona

es algo que sé

a lo mejor lo ha dicho mamá

es propenso, el primo

a combinar silencios

con su risa idiota

a dar las gracias

o a pedir perdón

por pequeñeces

y yo lo envidio

por su tamaño, por sus tenis, por su hablar escurridizo

que tijeretea las palabras

largas

como quisiera hacer yo con la esquina

en la que siento miedo

pero me lo trago a palo seco

como el faquir.

Muéstrele bien

ha dicho mamá

para que se acuerde

pero primo Jerry

ha respondido que no recuerda nada de nada de nada

de esta ciudad de sus primeros años

lagrimea, en eso es sincero

con el himno de su otro país

iría a la guerra

si es del caso

por su país

pero primero

ha de vender

aquí

aunque sea a crédito

los perfumes legítimos.

Muéstrele bien, insiste mamá

así que llevo al bueno de Jerry

al matadero

a la quebrada con colchón

sobreaguando

a una calle empinada

en la que recalientan un caldo

de una correa de cuero

y no me decido

por la próxima parada

primo Jerry interrumpe y le da por las promesas

de destinos

me llevará, ha dicho

allá en Nueva York

a una feria

a un muelle

a un restaurante dominicano

en fin, a ver gente de un solo ojo

en estampida por la calle

pero ya no presto atención

al ruido blanco que es mi primo Jerry

una señora despioja a su hijo

en frente de un edificio público

y es reprendida

hasta que alguien

—un evangélico, eso he escuchado—

sale en su ayuda

y toma la toalla de la señora

como un manto bíblico

y se pone a predicar

con furia

su pecho se ha coloreado

y el rumor de hace un rato

hierve.

Esto eran mangas

dice un viejo

al pasar por el cementerio

quizás ha dicho

‘cementerio’ al pasar por unas ‘mangas’

el caso es que no para el viejo

en su retahíla

de ponderar el pasado

justo cuando

en nuestras narices

se detiene una ambulancia

y en un impulso

primo Jerry y yo

saludamos

al conductor

como quien saluda un barco

pero el conductor apenas nos nota.

Y vuelve la risa

sin norte

de un pariente recién recuperado

que muestra cansancio

y también sorpresa

por su habilidad para zigzaguear

los buses en la avenida

mientras ríe

sin parar

mientras cruje

el hacha

sobre el último

trozo

de hueso

que ya se adivina

en el polvo de la calle.

Que le gusta

larga el primo sin mirarme bien

la gente de aquí

pero no explica más

por lo que aprovecho su silencio repentino

y menciono

a las volandas

el miedo que he sentido discurriendo por la espalda

en una esquina

y es entonces

cuando primo Jerry me toma del brazo

me arropa en su inmensidad

para caminar

un poco más.

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