Fui sueño en los caminos de ayer
Aún quedan los caminos de ayer
sin los pasos antiguos.
Busco los signos
en las huellas dibujadas por los pies de aquellos
que caminaron llevándome en su sueño.
Busco allá
donde me dicen que los vieron,
solo veo la soledad de la soledad
escondida tras los arbustos del misterio
acompañantes de las voces que susurran
al paso de mis oídos sin idioma.
Ellos dicen
que cuando pasan por aquella oscuridad
escuchan las voces que pintan y repiten
los nombres de nuestra generación
en el canto inventado desde el sueño
de los pasos antiguos.
¿Cómo saber qué sueño somos
si las palabras antiguas
se han ido con sus voces?
Hugo Jamioy, Esta geografía me está diciendo.
¿Qué territorio soñaron nuestros ancestrxs para nosotrxs?, ¿qué tipo de ancestrxs seremos para las generaciones futuras?, y lo más importante ¿qué territorio soñamos para ellas? En esta nueva edición del Festival del río hablamos sobre los sueños, los que nos permiten ampliar nuestro círculo de lo posible, visualizar nuestras potencialidades, inspirarnos a evolucionar, abandonar la urgencia, el calor, la cabeza caliente y darle espacio a nuevas realidades, unas que nos den esperanza, que merezcan la pena, que sean expansivas en alegría.
Si dejamos que alguien más sueñe por nosotrxs, dedicaremos nuestra energía y nuestro talento a hacer realidad algo que nos es propio, si en cambio nos hacemos cargo de soñar, de imaginar el futuro, como nos invita este proyecto de Comfama, seremos capaces de sanarnos. ¿Y por qué sanarnos alrededor de un río? Porque el río es agua, el agua es vida y abrazarlo, cuidarlo, quererlo y escucharlo es como volver donde el abuelo sabio, a recibir cariño, descanso y guía. También porque es el recordatorio permanente, urgente, de que su salud es la nuestra, y porque sus sonidos y sus movimientos perpetuos son convocadores: al río no vamos solas, al río vamos en grupo, de paseito, en gallada, en combo, en barrita, en familia, en comunidad, y son justamente esos lazos que tensamos cuando estamos juntxs los que nos permitirán sostener y materializar lo que soñamos.
Hace un año tuvimos el sueño de que las comunidades del Suroeste de Antioquia, en especial de Támesis y Jericó, nos encontráramos en el río a disfrutar del paisaje y a borrar las fronteras, para reconocernos hijxs de los Andes, parte de unas mismas montañas, moldeadas, como rocas, por las mismas aguas, con la vista atravesada por los mismos verdes, las mismas nubes, el mismo aire, acompañadas y deleitadas por las mismas aves. Dimos el primer paso hacia ese sueño en un experimento al que nos acompañaron 330 personas en un domingo lluvioso. Y entonces, en 2023, volvimos a soñar con el encuentro y la comunidad soñó con nosotrxs: 372 personas en un segundo Festival del río, un evento que también es un proceso, que nos permite seguir conversando, recibir visitantes de otros municipios como Pueblorrico, Andes, La pintada y Medellín, tomar responsabilidad por la salud de la Naturaleza y seguir construyendo un NOSOTRXS.
Este año el Festival, su gente y sus dinámicas nos dejaron nuevos aprendizajes: con su poder convocador el río es un espacio intergeneracional, de familia, donde todxs podemos disfrutar y converger, incluso sin necesidad de consumir productos o actividades, el estar, el compartir, el reposo, son suficientes. Las familias llegaron temprano para acomodar sus mantas, carpas, hamacas, comer sus fiambres, entrar al río, refrescarse, jugar, leer, aprender o simplemente recostarse a ver el tránsito de las nubes. La dinámica fue orgánica, nuestros visitantes ya sabían qué hacer porque el río es como la casa de un amigo querido.
“Yo me sueño que la gente de Támesis y de estos municipios del Suroeste armáramos debates alrededor del río, y que de eso surgiera una propuesta de tomarnos todas las playas de Río Frío desde el puente hasta el Tacón, independientemente de los dueños que hayan allí, y hacer una especie de reivindicación del río, porque el río es de nosotros. Ese río es de la comunidad tamesina y lo tenemos que recuperar, no tienen por qué cobrarnos la entrada, es de todos y todos tenemos derecho a disfrutarlo”.
Hermán Vergara, presidente de la Junta de Acción Comunal de la vereda Río Frío, durante los procesos de Escuchas comunitarias del Festival.
Celeste conoció el Festival: la pregunta por las nuevas generaciones
Hace un año Sebastián Restrepo, tejedor ecosocial de Visión Suroeste, en este mismo espacio de narrar nuestro Festival, decía en su visualización para el 2023: “Reconozco en esta cuenca profundas raíces familiares y este proceso se lo dedico a ellos y por supuesto a mi hija Celeste, a quien espero heredarle el amor por este río y estas montañas, y una vocación de cuidado”. Este año Celeste nos acompañó durante el Festival en un ejercicio de cuidado compartido: todxs cuidamos de ella, así como ella cuidará de todo. Celeste representa a los niños y las niñas a quienes queremos transmitirles estos procesos de encuentro y diálogo.
Frente a la pregunta de qué tipo de ancestros queremos ser, sabemos que nos gustaría, con nuestro trabajo, inspirar el desarrollo de nuevas y abundantes acciones de regeneración en el territorio y además, ser nodo de relacionalidad, ser puente, ayudar a que sucedan alianzas, conversaciones, encuentros, hibridaciones, caminos, asombros. El Festival nos ha permitido fortalecer este tejido y queremos poder seguir haciéndolo, en especial con lxs jóvenes.
De nuevo vamos al pasado para recordar que hace un año, para nuestro taller de Bombas de semillas, le pedimos apoyo al colectivo cultural Mijos -Movimiento de Jóvenes Independientes del Suroeste- una juntanza de jóvenes del Suroeste, que suma a más de 150, alrededor de sus intereses y de proyectos que les permitan generar incidencia y tener oportunidades para desarrollar sus planes de vida en el territorio. El taller duró cerca de una hora y los Mijos que asistieron, se quedaron a acampar. Al día siguiente lanzamos las bombas en ese paisaje que nos acogía, como un gesto de gratitud y cuidado. Este año profundizamos en esta relación y pasamos de invitarles a hacer un taller a invitarles a planear el Festival con nosotras, fueron nuestros aliadxs, juntxs pensamos qué hacer, cómo resolver las situaciones logísticas que se presentaron, cómo comunicar el Festival y además tuvieron una carpa, exclusiva para ellxs, donde desarrollaron actividades como masajes con barro, dibujo de criaturas del río, un juego sobre la cuenca y un torneo de volleyrío, durante todo el día.
Para conocer más sobre este movimiento y su participación en el Festival, puedes hacer clic aquí:
En esta intención por sumar a lxs jóvenes, el Colectivo Cultural Ikuna de Andes, es otro punto que tejimos. Como lxs Mijos, se sumaron a la planeación del Festival con el desarrollo de la convocatoria de artistas locales, participaron en la selección de las propuestas y durante el evento central hicieron un taller de pintura para niños y niñas que premiamos, gracias a la colaboración de la Fundación Con Vida. A partir de este taller diseñaron un mural que, en la última jornada del Festival, pintamos en una de las paredes de la Escuela de Río Frío con sus estudiantes, un espacio colorido que queda en la memoria de la vereda y en la historia que contamos sobre nuestro proceso.
“Diseñar relacionalmente significa crear con la conciencia de que somos una relación inextricable entre nosotros, con la tierra y con numerosas entidades no humanas. Y que, además, nosotros mismos somos constitutivamente relacionales. Somos redes complejas de relaciones compuestas de mentes, cuerpos, corazones, comunidades, conocimientos, etc. Somos redes que están en relación con el futuro, el presente y, lo que es más importante, las historias que contamos sobre ello”.
Relationality, Arturo Escobar, Michal Osterweil, Kriti Sharma – Manuscrito inédito.
Finalmente, como parte de las acciones para fortalecer el tejido comunitario y después de cocinar esta idea en uno de los procesos de Escucha previos al evento central, decidimos instalar dos carpas adicionales: la primera para que representantes de la vereda Río Frío y su Junta de Acción Comunal hablaran del contexto del territorio y de sus acciones de defensa y cuidado, y otra para organizaciones y proyectos sociales, en esta estuvieron la Fundación Con vida y su proyecto de protección del magnolio, el Colectivo de jóvenes Jódete y el proyecto de la Red de cuidadores y cuidadoras del chumbimbo de Ecohome, Parternership For Forest y Visión Suroeste. Además, durante el evento, nos acompañaron representantes de la Concesión Pacífico 2 y del gobierno local. Si queremos constituirnos como un espacio de diálogo, debemos garantizar la pluralidad de voces.
Doña Alba, don Arles, doña Andrea y doña Olga: la comunidad con la que soñamos
Doña Alba y don Arles, con sus hijos Yaritza y Jerónimo, son la familia anfitriona de nuestro Festival. Viven y administran la finca La Tenería, una casa de puertas abiertas en la vereda Río Frío donde paran campesinos a almorzar, a dejar razones, a recoger mandados y jornaleros a esperar que resulte algún trabajo. Esta familia nos ha cuidado, ha construído el Festival con nosotras y nos ha abierto su hogar para trabajar en este sueño, son uno de nuestro proveedores principales y nuestra sede logística.
A doña Alba y su familia se suman doña Olga, la dueña de la casa donde dormimos con todo el staff, siempre sonriente, ofreciendo tinto, aromática y comida; y doña Andrea, la administradora de la tienda del lado, cocinera, vendedora, todera, responsable del sancocho que los asistentes disfrutaron durante el evento central. Ellxs son la comunidad que hace posible nuestro proceso y son también por quienes trabajamos, no solo para que el Festival sea un encuentro donde puedan vender sus productos y apoyar con las ganancias sus economías domésticas, sino también para que sientan que hay espacios donde pueden juntarse a conversar, a pensar en la vereda que sueñan, a compartir su saber hacer e intercambiarlo con otrxs.
Durante nuestros procesos de Escuchas, nos contaron de sus preocupaciones: la presencia de la multinacional minera AngloGold Ashanti, la destinación de la tierra a los monocultivos de pino y aguacate, la privatización de las playas, la disminución del cauce del río y el cambio de la vocación agrícola. En estas conversaciones confirmamos que de lo que se produce en esta cuenca -aguacate, pino, cítricos y café- es poco lo que queda en las veredas, también que al mismo tiempo que hay amenazas contra el territorio por parte de la megaminería, existe una comunidad activa que se moviliza alrededor de proyectos compartidos y del cuidado de sus espacios, por ejemplo, el embellecimiento de su capilla, contigua a la escuelita, es una de sus necesidades como colectivo.
Y finalmente, supimos, que a pesar de que el proceso de despoblamiento de la vereda continúa, ellxs quieren permanecer: “Mi nombre del Blacina del Socorro Blanquicé, conocida como Andrea, tengo una tiendecita aquí abajito de la escuela, yo soy de Tarazá, Antioquia y esta vereda me acogió, me bautizaron y todo. Yo les decía que mi nombre era Blancia del Socorro, pero la gente que llegaba al estadero donde trabajaba, me decía que no, que ese nombre no, que mejor Andrea, entonces así me quedé”.
Doña Andrea, don Arles y doña Alba, disfrutaron del Festival junto a sus vecinxs de la vereda, esta vez la música se sentía propia, igual que el lugar, igual que la compañía. Quedaron contentxs y nos los expresaron con cariño, con alimento, con paciencia por nuestras fallas logísticas. Nos esperan para celebrar la Navidad, para seguir conversando, bailando, defendiendo su derecho al territorio, celebrando el paisaje que soñamos, que nos atraviesa y que nos habita, y que juntxs, sumando nuestros talentos, visiones y sensibilidades, seguiremos regenerando.
Nos despedimos del Festival del río 2023, repitiendo nuestro mantra:
Somos el viento que refresca el espíritu.
Somos la luz que atraviesa el bosque.
Somos el pájaro que saluda el horizonte.
Somos rocas ancestrales.
Somos flores que colorean el camino.
Somos la semilla.
Somos la fiesta del agua que nos sana.
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